domingo, 19 de agosto de 2007

Víctor Hugo Morales: La voz ilustre

De chico Victor Hugo soñaba con recorrer el mundo. No sólo lo logró, sino que se transformó en un referente del periodismo deportivo. Entrevista íntima de Rodolfo Braceli con uno de los personajes más populares y queridos de los medios. La música, el fútbol, la vida...


 La Vida, qué prodigiosa y qué inexplicable. ¿Prodigiosa porque inexplicable? Dejémonos de definiciones, que el tiempo pasa. A propósito, conversaremos con alguien que tiene el cultivado don de aprovecharlo hasta las últimas y próximas consecuencias. Se llama Víctor Hugo Morales desde hace 59 años, es uruguayo por nacimiento y por índole y por frecuencia del mate. Pero es también argentino por la calidad de la cantidad de afecto que supo ganarse por aquí. En estos días tan regalados al encono pueril entre dos paisitos venidos de la misma placenta y sometidos a la misma vulnerabilidad de la globalización, en estos días pocas cosas más saludables que el nombramiento de este yorugua como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires.
Definirlo como el relator de fútbol más prestigioso del habla castellana, es decir lo de menos. Víctor Hugo asume un arte que no se aprende en universidad alguna: el de vivir. Sabe que la vida se compone de todo y no se resigna a privarse de nada. Se columpia con deleite entre el álgido gol y la tersura del violín. Transita con igual sed por fútbol, política, ópera, pintura, jazz, tango. Trabaja los siete días de la semana. Aparte de “La mañana”, por Continental, conduce seis programas entre radio y televisión y escribe para cuatro diarios. ¿Es posible tamaña maratón? Su excepcional capacidad de trabajo se explica por su todavía más excepcional capacidad de disfrute. Un detalle: Víctor Hugo no se deja ganar por la frivolidad ni la cómoda impunidad del descompromiso. Ejemplo: su porfiada batalla con el poder del Sumo Grondona, ese jerarca que, FIFA mediante, se autodenonima “vicepresidente del mundo”. ¿Es un invulnerable hombre perfecto? Para nada. Escuchémoslo.
– Se te nota la vergüenza, Víctor Hugo.
–Muchísima. Ya no tengo nada para declararte y…
–Huyamos.
–Sería lo mejor.
–Pero como decía Belmondo en Sin aliento, ya es tarde para tener miedo. Estamos peor que en la pecera de Gran Hermano… Saltó el temita. Veamos. ¿Tanta desesperación por morder la fama indicaría que el anonimato es insoportable?
–El anonimato me parece soportable si se tiene una buena preparación cultural; pero no sólo la de los libros. Quienes no tienen esas defensas altas ven, en la salida del anonimato, una justificación de su existencia. Ninguna persona que sepa dónde está parada, necesita de la popularidad para ser feliz. El que ha trascendido algo sabe que cuando se llega no se llega a nada.
–¿Y la necesidad de reconocimiento?
–Fama y dinero no la resuelven. Hablo por mí: el reconocimiento que me importa se limita a doce personas a las que les debo la calidad de persona que yo debo ser.
–Tu hija Paula participó de “Bailando por un sueño”. ¿Qué sentís si te pregunto…
–Que es pertinente. Mis hábitos me sacaron del mundo televisivo. Si viera esos programas sentiría un poquito de vergüenza ajena…
–¿Te referís a tu hija?
–Hablo en general. Y acepto la pregunta... Yo concibo la relación con mis hijos desde la libertad: que hagan lo que quieran, siempre y cuando no se ocasionen daño a ellos o a los demás. Paula eligió ser conductora, modelo, vive de eso, creo que sin menoscabo de su vida personal… Uno pone a los hijos en marcha, arma algún cuadrito sinóptico de sensibilidad, alguna idea general de la vida, y después nada más para hacer.
–Simplificando, parecería que Víctor Hugo lo tiene todo.
–No existe quien lo tenga todo; aún esa persona tendría miedo. Por los hijos. Si por algo me gustaría instalarme en los años 60 es para recuperar la sensación de nuestros padres de que por algún lado íbamos a hacer pie. Sabían que íbamos a encontrar un camino; porque había caminos. Hoy es muy selectivo el mundo. Por otra parte, yo me crié con la ventaja de no tener nada, muy distinto es el caso de mis hijos… Sí, tengo miedo: los siento un poco ingenuos para la salvajada que es hoy la vida… Sale mi hijo a las dos de la mañana, y yo me mando una rezada. Los siento como hojitas en el viento.
–No te hacía rezando.
–Sí, rezo siempre. Cada vez.
–¿Y los miedos hacia vos?
–Tengo miedo de hacer algo en la radio muy equivocado, cometer una gran injusticia.
–Alguna vez me dijiste ser muy dependiente de lo que los demás piensan de vos.
–Eso sigue igual. Tengo mucho miedo a defraudar expectativas. Me halaga si la gente me saluda, pero sé que yo podría ser el peor de los tipos y bastaría que fuese conocido para que me saludasen. Aunque me da gusto advertir que hay quienes me saludan porque a través del profesional ven a un tipo que, si es como parece, es un buen tipo. Me importa qué piensan los que trabajan conmigo, qué piensa la señora que trabaja en mi casa: ¿soy un ogro que le hace temblar el plato en la mano o una persona que la respeta?
–¿Cómo te llevás con el arte de mandar?
–Nunca tuve ni el título de jefe de deportes. Dependo del manejo que otros hacen con mi tutela general. Lo único que tienen que cuidar es que haya buen clima de trabajo. Si mi hermano José, o Fabiana Segovia, o Heber Hernández no generan ese clima, me estarían traicionando… Trabajo de una manera muy plural. Ni siquiera es generosidad, tomo lo mejor de cada uno. Y todos tienen un momento de felicidad profesional. Además, vienen muchachos que piden trabajo, y tengo muy presente cómo yo pedí mi oportunidad. Sé cómo los maltratan en otros sitios. Nadie conmigo va a sufrir eso.
–Te estoy viendo: te declaran Ciudadano Ilustre. Llorabas como niño.
–Y eso que me preparé concienzudamente para que no me ocurriese. Le pedí a Adrián Paenza que hablase de la manera más austera, pero mis lágrimas salían… Recuerdos como relámpagos… yo debuté acá el 18 de febrero del 81, viajé en avión. La tardecita, y empieza a dar vueltas porque no le dan pista… La contemplación de Buenos Aires y una pregunta: ¿cómo levantar cabeza aquí? Sentía un enorme miedo, porque si yo volvía con el caballo cansado al Uruguay eran dos los fracasos, el de acá y el del retorno… Estoy viendo a Buenos Aires… una bella sábana amarilla, imagen fortísima, paralizante. Otra imagen, la del miedo atroz el día que debutaba como relator. Me repetía: ¿Y si no le acierto con quién convirtió el gol?
–¿Cuál fue el primero que gritaste?
–Boca y Talleres de Córdoba… Mi primer gol, increíble, fue también el primero que hizo Maradona, debutaba en Boca. Debo decirlo: he caminado del brazo de Diego los ítems más importantes de mi vida. Y el gol que me consagra en el corazón de la gente es el gol de Diego a los ingleses.
–Cuando quedaste sin aliento, fuera de sí.
–Varias veces pedí disculpas por mi total desborde…
–Ya Ciudadano Ilustre, nombraste a dos ausentes: Norberto La Porta, fallecido, y Maradona, ese día internado. Dijiste Die… y la última sílaba fue succionada por tu corazón. Qué paradoja: te quedaste sin el go de Diego y de gol.
–Es que sin Diego mi vida profesional no hubiera sido la misma.
– Ser Maradona inhumanunt est. ¿Cómo se hace para ser Diego y no estallar en el intento?
–No hay manera, es un ser tocado por un rayo divino. No es solamente lo que juega. Es lo que dice y piensa.
–Tus sueños, ¿se parecían a esto?
–Nada. Soñaba con recorrer mundo. Uno de los primeros lances que pensaba tirarme era ser marinero... Mi vocación era andar. Y se mantiene, porque para mí cada viaje no es distinto del primero en cuanto a la ansiedad y fascinación… En Cardona me iba a la estación; el tren era el viaje a algún lado. Me atraía ver la última casa del pueblo, pasar ese límite.
–Tu forma de disfrutar es un viaje. Llegás a entristecerte por ya haber visto cierta película.
–Sí, cuando veo una buena película me da pena habérmela gastado. Me pasa.
–Tu aprovechamiento del tiempo es feroz. ¿Qué darías a cambio de días de 27 horas?
–No tengo contraprestación. Las 24 están bien. El eje del trabajo es extraordinario también para disfrutar… Lo que sí pediría es que los lunes no sean tan desgraciados, tan flacos de ofertas. Pero no me toman desprevenido, me ocupo de construir el próximo placer…
–¿Y la mentada tristeza de los domingos a la tarde?
–Para mí está hecho del relato de los partidos, después escribo las notas, inmediatamente, al cine o al teatro. Hay que asegurarse que el placer no tenga un límite. Siempre me construyo lo que sigue. Por ejemplo, después de esta charla, voy a mi programa de radio, después me meto en un cine con mi mujer y mi hijo, después a cenar y a descansar, pero sabiendo que ya clavé todas las banderillas que el cuerpo aguanta.
–Tanta disponibilidad para el disfrute, ¿deja alguna rendija al pensamiento de la vejez?­
–A la vejez no le temo. Es un alivio al agobiante machismo; aprendí que la verdadera víctima del machismo es el hombre. Ya tengo muy claro lo que me da placer; estoy muy contento de estar saliendo de angustias, errores, tentaciones...
–Sin tentaciones, ¿la vida tiene sentido?
–Tiene. El arte es un refugio excepcional.
–Fuera del miedo por los hijos, ¿qué otros?
–A quedarme sordo. Por eso me saqué los auriculares para trasmitir… Ante la edad tenemos el arte, los amigos, la lectura. Estoy muy a buenas con el paso del tiempo. Gracias a Dios, hago mi entrada a la tercera edad con una cierta salud, fanatizado con mi partidito de tenis. Cuando no tenga tenis, mala suerte.
–Jugarás al ajedrez sin agitarte.
–Jugaré al ajedrez. Lo lúdico no lo voy a perder nunca. No conozco otra persona con mayor tendencia a lo lúdico que yo. Lo que vamos a hacer después, la jugada siguiente, es muy importante: lo que viene después ya nos hace felices…
–Cuando la estás pasando de putamadre, ¿también proyectás?
–Sí, para que no me quede inmediatamente el vacío... Para no ser ganado por la nostalgia de lo muy bueno ya sucedido me obligo a un gran combate. Precavido, construyo lo próximo… Mi familia vive al trote conmigo…
–Juntemos fútbol con música. Te propongo armar una selección.
–Mozart va de 10, seguro. Mozart, el iluminado, el Diego... Beethoven va de 8, sería un Burruchaga, talento más trabajo. Bach de back central, donde nace toda la música… Distribuidor, enseñador, un gran número 5 podría ser Verdi: toma de todos y da a todos, un Checho Batista.
–¿Arquero?
–Mejor sigamos con el centro delantero. Hay tantos… podría ser Gardel.
–¿Pondrías línea de cuatro?
–Tal vez Los Beatles. Ah, y Piazzolla como arquero, porque ¿dónde lo pongo? No puede ir por los costados, Astor es muy central.
–Al que te va resultar difícil incluir, salvo que vaya al banco de suplentes, es al Polaco Goyeneche… No lo veo corriendo al sumo asmático.
–Sí, claro. Tendría que centrarme en lo operístico. Laterales que jueguen al lado de Verdi podrían ser Bellini y Donizetti. Otro que veo como centro delantero es Rossini, el tipo que vivió como un bacán. Otro lateral, Schubert, porque tiene una cierta oscuridad ese puesto. Schubert es el tipo de la historia de la música que más ternura me provoca: no le fue bien en nada. Todos los demás tuvieron una vida difícil pero con mujeres, reconocimiento, plata... Ah, tampoco lo puedo dejar afuera a Schumann...
–Bueh, ahora hablemos de las benditas pasteras.
–Es sencillo: busqué quién tenía razón. Le creí al gobierno uruguayo y a personalidades de acá, como Enrique Martínez del Inti, que opinaron que las pasteras no eran contaminantes. Me afilié a la idea de que no tienen por qué serlo si se establecen los controles.
–¿El conflicto te perturbó?
–Cuando escribí para La Nación, noté que a algunos les cayó mal... Alguien en la calle me pasó una factura. Y la gente de Gualeguaychú no debe estar contenta con mi punto de vista. Yo creo que Uruguay es víctima de una tremenda injusticia, se lo acusa por anticipado. En cuanto a Gualeguaychú: yo, en algún sentido, soy hincha de lo que han hecho allí: cómo un pueblo cuando se une puede despertar a todo un país… Pero, aun considerando lo positivo, digo también que se continúa en la hipocresía de seguir peleando mientras en la Argentina hay pasteras que sí hacen daño y no tienen controles.
–Dejemos de lado el conflicto. En relación a los estragos del monocultivo, a la extenuación del suelo y de las napas de agua, Uruguay, hacia adelante, ¿no estaría ante una situación preocupante?
–Lo mismo se puede decir de la soja en la Argentina.
–Lo mismo sí, pero ésa es, a la corta o a la larga, la consecuencia. Como se suele decir, la bonanza de la soja vendría a ser como la bonanza de la Convertibilidad. Después se paga.
–Yo no tengo bien estudiado cuánto del territorio uruguayo puede ser tomado por los cultivos para las pasteras, pero conozco cómo vive mi pueblo y los cercanos a Fray Bentos. Están en la última. En consecuencia si el trabajo viene, viene... Porque de la otra manera igual se mueren...
–Habría que buscar por otro lado.
–Uruguay no tiene otro lado. No tiene mercado interno, compite desigualmente con Brasil y Argentina, carece de fortaleza industrial... Parte el alma ver en qué se han convertido esos pueblos…
–Mirando el mundo y su futuro, ¿qué sentís?
–Gran escepticismo, no quiero ni pensar lo que será el mundo dentro de veinticinco años. Cada vez más candidatos con menos oportunidades. Me parece que... también por eso es una tibieza acogedora la vejez. Trato de fortalecerme; si miro la vida tal como es me gana una inmensa tristeza.
–Hace cuatro años me hablaste con optimismo de Kirchner. Te leo lo que dijiste: “Kirchner y varios de sus ministros me provocan una gran simpatía por lo que han urdido estos meses”. Citando a José Num, opinabas: “Kirchner ya despertó la furia, no desatada pero latente, del establishment y toda la corporación de derecha. Despertó muy rápido a los enemigos, tendrá que lidiar con la impaciencia, lógica, de la gente. Me seduce que intente gobernar de acuerdo a sus convicciones”.
–Estoy muy de acuerdo con lo que dije. Porque entonces Kirchner combatía a Scioli. Hoy dice “aquí tenemos al futuro gobernador de Buenos Aires”. Ha recorrido un trecho con las miserias que da el poder. Con Kirchner estamos frente a un personaje que, con varias buenas intenciones (derechos humanos, repartos que no ha conseguido pero que tiene en mente), surge también el tipo que lanza a Scioli, y acuerda con algunos medios de comunicación perversos. Negoció con tipos del periodismo que significan lo peor que éticamente puede tener la profesión. Con esto empezó a morir este criterio mío de defensa de Kirchner. Pero tampoco me siento tan supercrítico.
–Tu opinión sobre el advenimiento de Macri hace cuatro años no era nada buena. Textual: “La derecha crispada se ha aglutinado alrededor de Macri, porque López Murphy se les desvaneció. Lo que viene es muy bravo, azaroso”. ¿Y ahora?
–Si se plantea la instancia Kirchner o Macri yo sigo prefiriendo a Kirchner, por lo que cada uno encarna. Pero no me olvido que Kirchner en este momento es Cristóbal López, un tipo que gana 14 de 16 licitaciones en su provincia. Y es el destrato de Tayson a un peso pluma en la relación con Uruguay… No estoy en la vereda de enfrente, pero creo que a Kirchner lo ha jorobado haber tenido mucha sobreactuación. Comprendió que el neoliberalismo hizo mucho daño. Pero tarde.
–¿Cómo considerás al Macri ganador en la capital?
–Macri no tiene una fuerte formación política. Él no puede decir, por ejemplo, que la inseguridad se multiplicó por cinco en los últimos diez años y creer que va a controlar eso sin analizar las causas sociales que la provocaron… Nada que sea justicia social va a estar en la carpeta de Macri. Es decir, él es hincha de este mundo como es hincha de Julio Grondona. Porque Grondona ayudó para que dentro del fútbol la sociedad fuera todavía mucho más que una metáfora de la realidad.
–¿Cuál sería la traducción de esa metáfora?
–Consiste en que los que tienen mucho tienen cada vez más, y los que tienen poco tienen cada vez menos. Macri construyó su figura política en función de los triunfos de Boca, que se produjeron por la abismal desproporción que Grondona creó. Macri apoya a ese Grondona elegido por los que están recibiendo todos los beneficios.
–Más de una vez te escuché entrevistar a Macri. No me pareció que le tuvieras antipatía.
–Es así. Hace tiempo en una charla al aire me dijo: “Víctor Hugo, usted me va apoyar ¿no?” Y yo le contesté: “Si usted Macri leyera lo que he escrito en mi libro y escuchara lo que digo, debiera saber que aunque le tenga estima, en lo político no tenemos nada, pero nada que no nos separe.”
–A Scioli lo definiste como “un ser absolutamente menor políticamente”. Pronto puede ser gobernador de la mayor provincia… ¿Y?
–Sigo pensando exactamente eso. Ahí está también una situación desencantadora de Kirchner: es tan un animal político, que aquello que le sume votos está bien.
–¿Encontrás políticos que conjuguen capacidad de trabajo, decencia, imaginación?
–Los hay. Para nombrar uno, Rodolfo Terragno. Es el que más me seduce pensando en el futuro. Pero no es un animal político.
((( Paréntesis. ¿Cómo es el señor Morales cuando relata? Allá vamos: cabina, cancha de River. Pega dos papelitos sobre el cristal: detalle de los partidos y formación de los equipos. El micrófono, en la mano izquierda. En la derecha, el hueco para que venga el mate. A un lado Alejandro Apo; al otro, el locutor, Luis Difonti… Víctor Hugo trasmite en colores. Se enoja con el cielo porque un “techo de nubes impide el sol”. Y hace el primer reclamo, al sol. Todo lo que viene excederá al relator: será el director de una sinfónica invisible. Les habla a los hinchas: “Ustedes son los primeros clientes del domingo”. Un chiquilín lo saluda. Recuerda: “A su edad yo era como él, alto y flaquísimo. Me dolían los huesos y me ponían inyecciones de aceite de hígado de bacalao. El hospital quedaba cerca de mis abuelos; encontré el pretexto para irme del pueblo”.
El partido ya sucede. Víctor Hugo, tejiendo el imprevisible fútbol, a velocidad alucinante es un pintor del aire, hace guiños, imagina diálogos entre los jugadores en la fricción del corner, reflexiona y siempre relativiza la epopeya del gol avisándonos que la vida es eso que pasa en la cancha, pero también es todo lo demás. El maestro de ceremonia confiesa sus claves: “Yo pongo voces en el aire. Las barajo. Juego con ellas. Combino una voz aguda con una grave.” Detesta las frases memorizadas. Ama el riesgo, cuida la virginidad de la ocurrencia.­
Minuto 27. Empapado, toalla al cuello. “Partido tan gris como la tarde.” No se resigna, desenvaina otra de sus claves, hace de adivinador: apuesta cuando vaticina que fulano “esta tarde jugará su mejor partido”. Apostó cuando relató su primer gol y anticipó dónde patearía su penal Maradona. Apuesta cuando emplaza al sol para “¡que salga de una vez!”. Crea suspenso, arriesga saltos en el aire. Siempre sin red. Vamos viendo: este relator es también actor y es guionista y hace guiños como el titiritero que dice “ojo, esto es cierto. Pero ojo, esto no es cierto”. Y es un porfiado canciller que sigue gestionando sol para que ¡sea la fiesta! Siempre, al compás del mate. (¿Cuántos mates puede tomar un ser humano?)­
Todo llega, así en la cancha como en la vida. Y también el gol... El grito se eleva, planea, desciende, y ya a punto de extinguirse ¡remonta! El grito construye su propia eternidad. Con él va todo: amígdalas, corazón y alma. Verlo para creerlo: durante el alarido crucial, ¿un cable de altísima tensión le atraviesa el pecho? Uno queda exhausto de sólo mirarlo. Ese grito es una epilepsia al revés: la epilepsia del júbilo. Una temeridad. Dan ganas de decirle: “No lo haga otra vez. Cuídese, por favor. No olvide: usted es padre de familia.”
Pero esto no es todo. El árbitro sanciona en el equipo chico algo que dejó sin sancionar en el equipo grande. Y se reproduce aquello de que cuando los ricos se vuelven más ricos, los pobres se vuelven más pobres. Y dice Víctor Hugo: “Estamos haciendo un fútbol demasiado desparejo, injusto, demasiado parecido al mundo…” ­Y en eso está cuando de pronto sale el tan reclamado sol. Y lo celebra reflexivamente: “¡El sol, al menos el sol para todos!” )))
­–¿Cómo ves la profesión de periodista deportivo?
–Su independencia corre creciente peligro. Miles de jóvenes se lanzan a estudiar periodismo. Esto sucede mientras la ética, la independencia de criterio y una verdadera formación cultural se destacan por su eclipse.
–En el 98 publicaste Un grito en el desierto. ¿Por qué este libro ajeno al fútbol?
–Para poner en orden mi disconformidad. Busco leer lo que pasa en el abajo. Allí la dignidad tiene un menoscabo casi diario.
–¿Y la capacidad de soñar?
–Cuando se achican tanto los márgenes de dignidad se achican los sueños. La conducta humana bajó en todos los niveles.
–Suena apocalíptico. ¿Hay salida?
–Sí, a partir de la dignidad expresada en focos de resistencia, en cada familia y en cada célula social. Hablo de la resistencia que pasa por la lucidez. Aunque duela. El planeta se debate contra un pensamiento uniforme: el mundo es para 5 personas de cada 100, para 3 países de cada 20.
–Si te acusaran de pesimista incurable, ¿qué responderías?
–Más grave sería que me acusaran de indiferente. Tan pesimista no soy: todavía creo en la dignidad.
–¿Alguna envidia?
–A los creadores. Me hubiera gustado ser alguien como Hemingway... Creo que más importante que haberme hecho relator resulta para mí la felicidad de no haberme hecho abogado. ­
–Buen momento, para hablar de tus padres.­
–Víctor Vicente y Coca, Irma Nelly. Él, un hombre con mil discursos no dichos y la ternura guardada... Trabajó en un horno de ladrillos, en la compañía telefónica, cumplidor, respetable, un rebeldón manso, frecuentador del boliche, el truco y alguna alegre borrachera... La relación que tuvimos la construí yo… Muy distinta mi madre: tremendamente social, inhábil de todas las habilidades respetadas como propias de la mujer, activa en la política, adelantada feminista, también bochófila, quinielera, queridísima, enfermera de salir a las dos de la mañana para ayudar... Murió a los 48; con ella hice la primera locución por un altoparlante callejero, a los 10 años. Siendo tan diferentes, mis padres terminaron divorciados.­
–¿Qué sacaste de él, qué de ella?­
–Me juzgo bien derecho: eso de mi viejo. La fuerza para escaparle a la chatura pueblerina: eso de mi vieja... Pero alguien más me influyó fuerte: don Ernesto Díaz Tarilla, profesor de historia, humanista de izquierda y cristiano, nos enseñaba a odiar la pusilanimidad, esa usina de las dictaduras. Yo, gracias a don Ernesto, estuve en las Cruzadas. Y vi morir a Ricardo Corazón de León.
–¿Y tu tiempo para la lectura?
–A mí los aviones y las demoras no me angustian: momento para leer. Desde Antonio Di Benedetto, pasando por Martín Caparrós, a Yukio Mishima.
–¿Qué añorás de tu pasado?
–Las fiestas familiares… Mi abuela tenía como quince hijos desparramados y todos se juntaban en una casa de Montevideo, casualmente a cuatro cuadras de Beatriz de Nava, la que después sería mi mujer y madre mis hijos Paula, Matías y Camila... Los 15 o 16 de diciembre empezaban a caer mis tíos… Acordeón, guitarras, todos eran muy chupines… y había pasteles y tengo ese olor metido entre ceja y ceja…
–¿Cómo se hace para saltar del fútbol al Colón?
–Puedo hacerlo sin que en eso haya mérito. En todo caso soy un privilegiado. El bienestar espiritual actúa como una adrenalina positiva que te empuja a más… A mí me gusta hacer tantas cosas… pero es tan corta la vida. Yo pensaba que la vida es un rato; después mi di cuenta, es un ratito… Cuando pienso que ya dormí 17 o 18 años de mi vida, ¡pucha, siento desconsuelo!
–Cerrá los ojos, mirá muuuy lejos. ¿Qué ves?­
–Tengo unos tres años... Voy meciéndome entre trastos viejos, arriba de un camioncito destartalado. Nos mudamos del pueblo al campo, vamos al rancho de mi abuelo materno, el lechero... Allí voy, en medio de esos objetos familiares, abrasado por un sol intenso. Miro hacia arriba, mucha claridad a mi alrededor, tanta que me ciega y no veo ni campo ni vaca ni nada.
–Volvamos. Cualquiera diría que Víctor Hugo tiene la llave de la felicidad.
–Me da mucho miedo decir felicidad, sobre todo si recuerdo cierto poema de Manuel Scorza con el que cerré mi Grito en el desierto: mientras haya alguien que “mira el pan con envidia, el trigo no podrá dormir”.
Fotos: Daniel Pessah y gentileza Victor Hugo Morales
Perfil
  • Víctor Hugo Morales nació en Cardona, Uruguay, en 1948. A los 14 años, ganó un concurso de locutores en su pueblo.
  • En su país trabajó en Radio Colonia y Radio Oriental, y también en el programa televisivo Telenoche 4.
  • El vínculo con el periodismo argentino nació en 1981, cuando se incorporó a Radio Mitre. Allí, formó parte de Sport 80 (uno de los programas deportivos más recordados de la historia), junto con Adrián Paenza, Fernando Niembro y Diego Bonadeo, entre otros.
  • Actualmente, conduce “La mañana” y “Competencia”, en Radio Continental; “A título personal”, en FM Nacional Clásica, y “El primer clásico del domingo: Piazzolla”, en Radio Nacional. En TV, encabeza el programa “Hablemos de fútbol”, por ESPN. Además, escribe para los diarios Jornada (Mendoza), El País (Uruguay), Perfil y La Nacion.

No hay comentarios:

Publicar un comentario